La Ley de la Oferta y la Demanda
No es desconocida para los economistas, aunque algunos profesionales la dudan, e incluso asuntos más absurdos, desde la esfericidad de la Tierra hasta la llegada del hombre a la Luna y la existencia de dos géneros, todo puede cuestionarse, pero solo el método científico de la investigación científica puede distinguir la duda pertinente de la pura terquedad.
La ley de la oferta y la demanda de bienes escasos surgió en los estudios sistemáticos de la economía política, que llegó a conocerse simplemente como una ciencia económica autónoma, con sus métodos estadísticos parametrizados llamados modelos econométricos, respaldados por la teoría del comportamiento social y el método de conclusiones inducidas, el famoso método inductivista basado en grandes números, que no es más que la muestra estadística validada mediante procesos de control del error estándar, como la desviación estándar, y mediante métodos de prueba de hipótesis como el método de chi-cuadrado, la regresión lineal, la regresión múltiple y el control del error de muestreo.
Todo esto demuestra que, en lo que respecta a las leyes del conductismo social, el método estadístico presupone una tendencia —si no la única forma de medir y comparar comportamientos— acorde con las expectativas sociales.
Cualquier bien escaso produce un comportamiento de demanda similar a la ley de la oferta y la demanda. Es decir, cuando algo se ofrece a más personas de las que se pueden satisfacer en un plazo determinado, este bien puede sobrevalorarse debido a su escasez, independientemente de su utilidad. El deseo de que más personas tengan acceso, superando la disponibilidad, produce una distorsión que genera una valoración extrema. Esta valoración no siempre se corresponde con el coste de producción, ni siquiera con la satisfacción de disfrutar del bien altamente demandado, como ocurrió con el deseo de poseer tulipanes en los Países Bajos, que generó el paradigma del fraude de la burbuja de los tulipanes, donde el último bien deseado se vendió por el precio de una casa en Ámsterdam.
Ahora dirán que fue una locura colectiva llegar a este paroxismo simplemente por una carrera por lucirse con un tulipán y demostrar su poder económico y prestigio social con un tulipán raro y escaso. Tras el fin de la burbuja, los tulipanes cayeron en el olvido y pasaron a formar parte de las anécdotas de los necios y de la lista de rarezas que la sociedad construye en torno a los valores sociales, como el sociólogo Durkheim estudió sobre la sociedad y los actos sociales como objetos de estudio.
Existe un bien que ha permanecido escaso durante al menos cinco mil años: una profesión ejercida exclusivamente por mujeres, derivada de la escasez de oferta, cuyo monopolio aún ejerce el derecho de acceso: la prostitución.
Nunca en la historia de la cultura humana ha existido una oferta de sexo masculino profesionalmente estructurada y permanente, sin competencia por el servicio de la prostitución femenina, explicada únicamente por la ley de la oferta y la demanda.
La disponibilidad de acceso a las mujeres explica la demanda constante, nunca interrumpida por ningún otro factor, ni puede ser modificada por leyes morales, religiosas, policiales o políticas. La prostitución persiste como un factor económico del mercado debido a la escasez de oferta femenina y a la disponibilidad de acceso al sexo femenino, que siempre es restringido y escaso.
La ley de la gravedad y la ley de la oferta y la demanda son inamovibles, y los comunistas lo descubrieron. Sin embargo, en países que se obstinan en regular los deseos humanos en cuanto al acceso a un bien escaso, han tenido que coexistir con el llamado mercado negro, ya sea de estupefacientes, la prohibición del consumo de alcohol o bienes de consumo escasos como las cartillas de racionamiento para todo en Cuba, y la eterna prostitución femenina.
Lo primero que hay que hacer es reconocer la realidad de la escasez de sexo femenino y aceptar que esta oferta se ve mitigada. Aunque desconocemos el origen y los mecanismos sociales, fisiológicos o psicológicos, ni las razones hormonales y los motivos libidinales, la verdad reside en el hecho indiscutible de que la falta de sexo femenino en la civilización produce esta eterna dependencia de la trabajadora sexual en todas las sociedades, en todos los lugares y en todos los tiempos.
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